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Me repliego en mí misma, en mi infancia
que me dio una esperanza de horizonte,
una vida cautivada y sensible
un acercamiento o lejanía en mi confín,
los días de flores, sentir el fulgor del sol.
Sombras que dejé atrás,
cabalgaba yo en mi horizonte.
Siendo así, y siempre y cuando
dibuje horizontes dorados y lunas plateadas
que recuerdo realmente haber entregado
mi mente a una creación fantasiosa
de una tierra infantil infalible.
¿Qué ingenuidad infantil de crear una vida terrenal infantil?
Solo era una niña que me decían:
Calla, ¡Qué borricada!
Así se fueron mis horizontes dorados
y lunas plateadas hasta llegar sin actuar,
solo oyendo el crespo viento y el silencio
mudo de intenso de dolor de un sendero
de sombras, soledad y silencio.
Para mí también llegaron los vergeles
en versos de encanto, danzas de viento,
mi tierra infantil.
Aparecía un horizonte silente en los callejones
del nuevo mundo que no dan respuesta.
Frente a este infinito me enfrento
a la desesperanza, y me ahogo de
abatimiento, y me anejo en un llanto
de incomprensión agobiando mi sueño.
Sombra y silencio cruel destruyen mi corazón.
Aquí o allá quieren acabar mi amor
por mi soñada tierra infantil.
Me rebelo, ahora giro como un ave
desafiando la desgarradora noche
haciéndola profunda y llevándola
a la oscuridad del firmamento
y el inmenso el mar de las dudas.
Soy rebelde como una nave.
Llego como un náufrago en mí misma,
en aquellos roquios sin velas, ni almas.
Solitaria en mi agnóstico en el confín del mundo,
luchando incógnita en la sombra desbocada,
pacífica y dócil, por la libertad humana.
En un cielo galopante tan alto,
como ningún cielo, sombría velocidad
con nubes endiabladas
y de torbellinos de crespos de vientos.
Calmo el mar de misteriosas
y profundas confesiones.
Calmo los sentidos en caminos de un bello loto
sobre los pantanos viendo sonreír orillas
rodando como errante valiente.
El envés de las hojas, cerrando los ojos escucho
el correr de los ríos, esa voz que despierta esperanza.
Ahora recupero mi todo,
naciendo una piel nueva que derrota
los tiempos, respiro libertad.
Ahora me siento joven,
remontada en el camino de una vida,
levantando mis brazos en el sol del amanecer.
Me acurruco en sus brazos.
Mientras llega la noche escucho
al «Señor Búho» y el canto del Ruiseñor y el Zorzal
cantando melodías de reconciliación.
¿Qué haré con esta luz que se viste
de alegría en momentos de desolación?
¿Qué haré con la belleza del río que va
a la mar o a campos sin tierra infantil?
¿Qué haré con tanta belleza juvenil
y tanta juventud del ahora con una
sociedad confort y compleción?
Siento en mí un crecimiento
noble de una eterna primavera.
¿Aún no he conocido todo?
No quisiera agregar nada.
No queda nada que resolver.
No tengo nada que expresar,
solo mi sonrisa expresa alegría
o quizá una lluvia ácida deleita
una inspiración de felicidad femenina.
Justificar el trayecto y lanzamiento
«Hoy soy libre».
Miro en son de paz los astros danzantes,
en la profundidad de la noche musical.
Un silencio colma el sonido de brisa,
me arrulla.
Todo un firmamento deleita al ser humano.
Un delicioso sabor de miel se destila
en los bosques enteros entrenándose
en interminables cópulas misteriosas,
entrelazan formas en otros lugares
como el donde susurran en el mar
las sirenas.
Envuelvo mi piel, quizá temblorosa
en presencia del ritmo de mi sangre callé.
Hace tiempo volví a lugares desasosegados.
En un camino, abrazo la tierra y siento la existencia
de un ser mudando su piel elevando sus alas.
Entonces abracé la libélula con pasión y resplandor.
Nos abrazamos con el viento, simbolizamos un mundo,
balanceando la vida.
Nos recuerda el viaje último del ser humano.
Libélula, ser veloz que se desenlaza
en la esfera terráquea
y de la existencia custodiando con sus alas
sus ideas a capa y espada.
Se desenvuelve como espíritus, son seres libres.
Allá, me quema pensar en la desolación,
una aflicción.
O quizá en general del diario vivir que embellecen
un alba pura.
El día se va como un hastío,
cuando se prolongó enterneciendo
el tropical verano,
imaginando fantasiosos sueños míos,
sombras, soledades y silencios enhiestas
vestidas de carnavales en el llano de mis sueños,
un sueño de un espejo en la llanura.
Sentí mi paso, repercutiendo a lo lejos
en el tórrido ocaso,
horas más lejanas del alba radiante y alegre se
escuchaba la canción pura de la madrugada.
Yo, libélula me desplazo suavemente en pleno vuelo
traigo conmigo en mis alas el mensaje dado.
Qué, qué vuela y vuela,
explayando mi imaginación
desnudando centelleantes horizontes.
Me acerqué discurriendo poemas,
ocupando un lugar en el séquito
de la lengua del pasaje original,
la memoria de risas y encuentros.
Un poema enriquecido de referencias
de sinfonía de un movimiento memorable
de un color del año, calma o tristeza,
balance o desencanto.
Memoricé los danzantes
vientos en mi horizonte.
Memorias de una geografía
de inaccesibles cimas y Piélagos,
se deslizan pinceladas como la Aurora.
De verso a verso para inspirarse,
que consuela la palabra herida
la esperanza amamantando el dolor
y el lamento.
La tierra se extinguió,
la vida de tus ojos dentro de mí.
Marejada que me agita
Un oleaje ardido de tormenta
una caricia en la orilla del mar
bordando un encaje de espuma.
Acunando lo lejos de ese sueño
para alcanzar mi horizonte infantil,
saltando en un momento de tensión
de un ayer y hoy.
Arraigo una pequeñez historia que encarna
en mí las aventuras y el compromiso infantil secreto.
¿Qué es?
Aun no lo sé.
Quizá donde viven Seres que dan amor y gracia.
Hay un horizonte que existe en mi corazón.
Una Vida nueva
Un Corazón que habita en la infancia de las Estrellas.
Un horizonte que me recuerdan
sus manos cuando rozaban con
mis manitas frías
Más allá del horizonte.
Hay un horizonte,
que se abre como un abanico
como un nuevo pensamiento
esperando respuestas que llevo en mí.
Hay Paz e infinidad donde
vive una Mujer- Hombre deseable.
Seres humanos felices que quieren de verdad.
Aquí, en nuestro cercano horizonte de Amor.
Texto y foto: Ruth Iturriaga de Segal
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