Horizonte

Por Ruth Iturriaga de Segall

Me repliego en mí misma, en mi infancia 

que me dio una esperanza de horizonte, 

una vida cautivada y sensible

un acercamiento o lejanía en mi confín,

los días de flores, sentir el fulgor del sol.  

Sombras que dejé atrás,

cabalgaba yo en mi horizonte.

Siendo así, y siempre y cuando 

dibuje horizontes dorados y lunas plateadas 

que recuerdo realmente haber entregado 

mi mente a una creación fantasiosa 

de una tierra infantil infalible. 

¿Qué ingenuidad infantil de crear una vida terrenal infantil?

Solo era una niña que me decían:  

Calla, ¡Qué borricada!

Así se fueron mis horizontes dorados 

y lunas plateadas hasta llegar sin actuar, 

solo oyendo el crespo viento y el silencio 

mudo de intenso de dolor de un sendero 

de sombras, soledad y silencio.

Para mí también llegaron los vergeles 

en versos de encanto, danzas de viento,

mi tierra infantil.

Aparecía un horizonte silente en los callejones 

del nuevo mundo que no dan respuesta.

Frente a este infinito me enfrento 

a  la desesperanza,  y me ahogo de 

abatimiento, y me anejo en un llanto 

de incomprensión agobiando mi sueño.

Sombra y silencio cruel destruyen mi corazón.

Aquí o allá quieren acabar mi amor 

por mi soñada tierra infantil.

Me rebelo, ahora giro como un ave 

desafiando la desgarradora noche 

haciéndola profunda y llevándola 

a la oscuridad del firmamento  

y el inmenso el mar de las dudas.  

Soy rebelde como una nave.

Llego como un náufrago en mí misma,

en aquellos roquios sin velas, ni almas.

Solitaria en mi agnóstico en el confín del mundo,

luchando incógnita en la sombra desbocada, 

pacífica y dócil, por la libertad humana.

En un cielo galopante tan alto,

como ningún cielo, sombría velocidad 

con nubes endiabladas

y de torbellinos de crespos de vientos.

Calmo el mar de misteriosas 

y profundas confesiones.

Calmo los sentidos en caminos de un bello loto 

sobre los pantanos viendo sonreír orillas

rodando como errante valiente.

El envés de las hojas, cerrando los ojos escucho 

el correr de los ríos, esa voz que despierta esperanza.

Ahora recupero mi todo, 

naciendo una piel nueva que derrota 

los tiempos, respiro libertad.

Ahora me siento joven, 

remontada en el camino de una vida,

levantando mis brazos en el sol del amanecer.  

Me acurruco en sus brazos.

Mientras llega la noche escucho 

al «Señor Búho» y el canto del Ruiseñor y el Zorzal 

cantando melodías de reconciliación.

¿Qué haré con esta luz que se viste 

de alegría en momentos de desolación?

¿Qué haré con la belleza del río que va 

a la mar o a campos sin tierra infantil?

¿Qué haré con tanta belleza juvenil 

y tanta juventud del ahora con una 

sociedad confort y compleción?

Siento en mí un crecimiento 

noble de una eterna primavera.

¿Aún no he conocido todo?

No quisiera agregar nada. 

No queda nada que resolver.

No tengo nada que expresar,

solo mi sonrisa expresa alegría 

o quizá una lluvia ácida deleita

una inspiración de felicidad femenina.

Justificar el trayecto y lanzamiento

«Hoy soy libre».

Miro en son de paz los astros danzantes, 

en la profundidad de la noche musical.

Un silencio colma el sonido de brisa, 

me arrulla.

Todo un firmamento deleita al ser humano.

Un delicioso sabor de miel se destila 

en los bosques enteros entrenándose 

en interminables cópulas misteriosas,

entrelazan formas en otros lugares 

como el donde susurran en el mar

las sirenas. 

Envuelvo mi piel, quizá temblorosa

en presencia del ritmo de mi sangre callé.

Hace tiempo volví a lugares desasosegados.

En un camino, abrazo la tierra y siento la existencia 

de un ser mudando su piel elevando sus alas.

Entonces abracé la libélula con pasión y resplandor.

Nos abrazamos con el viento, simbolizamos un mundo,

balanceando  la vida.

Nos recuerda el viaje último del ser humano.

Libélula, ser veloz que se desenlaza 

en la esfera terráquea 

y de la existencia custodiando con sus alas 

sus ideas a capa y espada. 

Se desenvuelve como espíritus, son seres libres.

Allá, me quema pensar en la desolación, 

una aflicción.

O quizá en general del diario vivir que embellecen   

un alba pura.

El día se va como un hastío,

cuando se prolongó enterneciendo 

el tropical verano,

imaginando fantasiosos sueños míos,

sombras, soledades y silencios enhiestas 

vestidas de carnavales en el llano de mis sueños,

un sueño de un espejo en la llanura.

Sentí mi paso, repercutiendo a lo lejos 

en el  tórrido ocaso,

horas más lejanas del alba radiante y alegre se

escuchaba la canción pura de la madrugada.

Yo, libélula me desplazo suavemente en pleno vuelo 

traigo conmigo en mis alas el mensaje dado.

Qué, qué vuela y vuela, 

explayando mi imaginación

desnudando centelleantes horizontes.

Me acerqué  discurriendo poemas, 

ocupando un lugar en el séquito 

de la lengua del pasaje original, 

la memoria de risas y encuentros. 

Un poema enriquecido de referencias 

de sinfonía de un movimiento memorable 

de un color del  año, calma o tristeza,

balance o desencanto.

Memoricé los danzantes 

vientos en mi horizonte.

Memorias de una geografía 

de inaccesibles cimas y Piélagos,

se deslizan pinceladas como la Aurora.

De verso a verso para inspirarse,

que consuela la palabra herida

la esperanza amamantando el dolor 

y el lamento.

La tierra se extinguió,

la vida de tus ojos dentro de mí.

Marejada que me agita

Un oleaje ardido de tormenta 

una caricia en la orilla del mar 

bordando un encaje de espuma.

Acunando lo lejos de ese sueño 

para alcanzar mi horizonte infantil,

saltando en un momento de tensión

de un ayer y hoy.

Arraigo una pequeñez historia que encarna 

en mí las aventuras y el compromiso infantil secreto.

¿Qué es?

Aun no lo sé.

Quizá donde viven Seres que dan amor y gracia.

Hay un horizonte que existe en mi corazón.

Una Vida nueva

Un Corazón que habita en la infancia de las Estrellas.

Un horizonte que me recuerdan 

sus manos cuando rozaban con

mis manitas frías

Más allá del horizonte.  

Hay un horizonte,

que se abre como un abanico 

como un nuevo pensamiento

esperando respuestas que llevo en mí. 

Hay Paz e infinidad donde 

vive una Mujer- Hombre deseable.

Seres humanos felices que quieren de verdad.

Aquí, en nuestro cercano horizonte de Amor.


Texto y foto: Ruth Iturriaga de Segal


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